El Puente de Mostar, llamado Stari Most (Puente Viejo) es el símbolo de la ciudad. Construido por los otomanos en 1566 tiene unos 30 m de largo y 4 de ancho; un siglo después se hicieron las dos torres: la Halebija y la Tara.
Este puente se caracterizó durante toda su historia no solo por servir de unión entre las dos orillas de la ciudad, separadas por el río, sino también entre las dos principales culturas y etnias que conviven y han convivido durante siglos en la ciudad: los bosnios croatas católicos al oeste, y los bosnios musulmanes (bosniaks) al este.
El Puente de Mostar era todo un ejemplo de la convivencia entre las dos culturas llegando a existir matrimonios mixtos entre católicos y musulmanes; pero cuando estalló el conflicto bélico en los países de la antigua Yugoslavia bosnios croatas y bosnios musulmanes unieron sus fuerzas para derrotar a los bosnios serbios (ortodoxos) que querían hacer la Gran Serbia. Cuando se logró expulsar a los serbios comenzó la guerra civil entre ellos por el poder de la ciudad, y en la mañana del 9 de noviembre de 1993 el Puente de Mostar fue volado por la artillería croata, quedando totalmente destruido, así como la buena convivencia entre católicos y musulmanes.
Cuando el puente se derrumbó y cayeron sus piedras al río Neretva, sus aguas se tiñeron de rojo, lo que dejó estupefactos a sus habitantes; algunos dijeron que la ciudad lloraba sangre y otros que Dios mismo los estaba castigando. Años después se descubrió que los materiales que sirvieron para la construcción del puente tenían un componente rojizo, que fue la causa del cambio de color del agua.
Cuando finalizó la guerra, en 1995, se comenzó la reconstrucción del puente con la supervisión de la UNESCO. En el año 2004 fue inaugurado de nuevo y al año siguiente se le declaró Patrimonio de la Humanidad junto con el casco antiguo de la ciudad.
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