Existe una ciudad que al oir su nombre nos evoca tiempos lejanos de aventuras y leyendas, me refiero a Samarcanda,-ya mencionada en los cuentos de "Las mil y una noches"-, que tuvo gran importancia en la Ruta de la Seda y por la que pasaron culturas tan diferentes como la persa, la griega con la conquista de Alejandro Magno, la árabe, la mogol y la ruso-soviética.
Tamerlán o Timur Lang la hizo capital de su imperio a finales del siglo XIV,-que se extendía por las actuales Pakistán, Afganistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Siria, Irak, Irán y parte de la India, Turquía y Rusia -, y fue entonces cuando alcanzó un gran florecimiento.
esposa de Tamelán.
Gur Emir. Mausoleo de Tamerlán.
Las monumentales construcciones son un claro ejemplo de la grandeza de aquella época.
Pero la joya de Samarcanda es la Plaza de Reguistán, lugar magnífico por la grandiosidad de los tres monumentos que la conforman.
El primero que se construyó fue la madraza de Uluz-Bek donde se impartieron clases de astronomía, matemáticas, filosofía y cuya fachada está cubierta por mosaicos con dibujos geométricos que brillan en vivos colores sobre un fondo amarillento de mármoles y terracotas.
En el interior hay un patio que está rodeado por dos plantas con 56 habitaciones en las que vivían dos estudiantes en cada una.
La madraza de Shir-Dor está situada enfrente de la de Uluz-Bek y fue edificada después, en el siglo XVII. El mosaico de su fachada es excepcional y hallamos en la parte superior el dibujo de unos tigres, con unos soles de cara oriental sobre sus lomos, atacando a unos gamos. El conjunto es de gran belleza.
Situada entre las dos madrazas anteriores se encuentra la de Tillia-Kari que tiene dos galerías a los lados con ornamentación con detalles de oro.
En la actualidad, si geográficamente se quiere situar Samarcanda hemos de ir hasta Asia Central, y allí en un país llamado Uzbekistán la hallaremos, aunque si queremos encontrarnos con la ciudad de historias y leyendas habremos de viajar por los caminos sin límites de la imaginación.
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