Si Ushuaia en isla Grande, allá en tierras argentinas, es la ciudad más austral del mundo antes de la inhóspita Antártida, corresponde al Cabo Norte, en la noruega isla de Mageroya, ser el punto más septentrional de Europa a tan solo unos mil kilómetros de distancia del Polo Norte.
Mageroya es una isla desarbolada y casi deshabitada, donde la tundra y los suelos pedregosos cubren su superficie y, a la que siempre se accedía por mar, pero desde el año 1999 quedó unida al resto del continente por un túnel construido a 212 metros bajo el nivel del mar y con una longitud de 6.8 Km. El túnel tiene a ambos lados unos aparcamientos que los habitantes de la isla utilizan, durante el duro invierno, para guardar sus coches.
La pequeña localidad de Honningsvag es la capital de la isla. Su puerto es el cuarto de Noruega en número de cruceros que atracan.
Pero la mayor atracción de Mageroya es el Nordkapp o Cabo Norte. Una carretera estrecha y sepenteante nos conduce,-por un paisaje de pequeñas montañas de cimas redondeadas y desprovistas de árboles-, hasta la roca del Cabo Norte.
La tundra se extiende con su uniforme manto sobre la superficie terrestre y un halo de silencio y desolación nos envuelve durante el recorrido. Unos solitarios renos nos muestran la vida y, a lo lejos, unas pinceladas blancas sobre el monótono marrón del campo se debaten entre permanecer algún tiempo más como hielo o transformarse en incoloro líquido que beberá la insaciable tierra.
Cada año llegan al Cabo Norte miles de personas dispuestas a pisar no solo el lugar más al norte del continente europeo sino a disfrutar, sobre todo, con la contemplación del sol de medianoche, que abarca desde el 10 de mayo hasta el 30 de julio, en el que el día dura veinticuatro horas. No hay noche, todo es claridad.
Durante estos dias el disco solar resplandece con su luminosidad cegadora sobre el horizonte y cuando parece que, por fin, se va a ocultar lanza un destello reluciente y vuelve a elevarse y brillar aún más. Es uno de los fenómenos más hermosos de cuantos se pueden contemplar en nuestro planeta.
Y allí en los confines de Europa, pisando el Cabo Norte y con la mirada perdida al frente contemplando las frías aguas que conducen inexorablemente al final de la Tierra recordé las palabras de Francesco Negri, -el italiano que en el verano de 1664 fue el primero en llegar caminando hasta este lugar, con la ayuda de una mula-, y al contemplar la plácida belleza del entorno dijo: "Ahora estoy en el Cabo Norte, en la misma esquina del mundo. Aquí termina el mundo y mi curiosidad."