El tercer hombre es un relato que sirvió de base para el guión cinematográfico de la película del mismo título. Fueron escritos, relato y guión, por el británico Graham Greene en 1948 siguiendo un encargo de Alexander Korda.
Graham Greene (1904- 1991)
Además de El tercer hombre varias obras de Graham Greene han sido llevadas al cine, entre ellas: El ídolo caído, El poder y la gloria (película El fugitivo), El americano impasible, Nuestro hombre en La Habana, El cónsul honorario, Viajes con mi tía, Monseñor Quijote, Los comediantes, El final del romance, El factor humano...
Graham Greene fue un gran viajero cuya necesidad de huida le empujaba tanto a viajar como a escribir para "escapar de la locura y la melancolía, del terror inherente a la condición humana", según decía.
En la introducción a El tercer hombre el autor británico nos dice que no fue escrito para ser leído, sino para ser visto y que la película es mejor que el relato porque en este caso es el relato en su forma más acabada; además de que las diferencias entre el relato y la película en muchos casos fueron sugeridas al director por el mismo autor.
Carol Reed (1906-1976)
La película El tercer hombre fue dirigida por el también británico Carol Reed en 1950, e interpretada por Joseph Cotten, Alida Valli, Orson Welles, Trevor Howard.
La acción se desarrolla en Viena después de la Segunda Guerra Mundial. La ciudad estaba dividida en cuatro zonas, cada una bajo el control militar de una de las potencias ganadoras: Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Soviética y Francia.
Tanto la película como el relato describen muy bien la realidad en la que vivían los habitantes de la capital austriaca en la postguerra, en la que se manifiestan no solo una ciudad medio destruida por las bombas sino también unas gentes que vivían con unas condiciones precarias debidas a la miseria económica y, además una sociedad en la que la corrupción, el miedo o la incertidumbre ante el futuro estaban presentes.
Fue en el final de la película donde guionista y director no estaban de acuerdo. Carol Reed cambió el final que había escrito Graham Greene y fue un acierto, porque esa larga secuencia final con la música de Anton Karas y su cítara es una de las mejores de la historia del cine.
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